sábado, 29 de septiembre de 2007

Si pudiera regresar el tiempo, te traería de vuelta

Lluvia, viento, dolor... Vacío: eso es lo que queda. No hay manera de llenar el gran hueco que dejas en mí con tu partida, por más pequeño que hayas sido, por más corta que haya sido tu estancia.

Negro, pequeñito, con ojos color verde uva me mirabas, jugabas conmigo, me hacías compañía. A tu lado solía olvidar mis problemas, mis pendientes, todo: sólo existías tú y tu maravillosa manera de ver la vida: un juego sin fin, un ronrroneo de cariño, unas mordidas y arañazos que jamás dolieron.

Fueron unos dieciocho o diecinueve años de creer en esas mentiras, en esas ideas de que fuimos creados por un ser superior, que nos cuida y nos protege de todo mal, que nos quiere y que nos hizo a su imagen y semejanza. Ahora me es imposible no pensar en que si su inventada omnipresencia fuera real nada de esto habría sucedido: ¿por qué permitir que te pasara esto cuando eras una criatura inocente que apenas cumpliría tres meses de vida? No es justo, no es posible, no quiero aceptar que es real.

Prefiero negar la existencia de Dios que gritarle y culparlo por esto. Horas de lágrimas que lloro sin poseer, momentos eternos de golpes al piso a causa de una pena no llevadera. ¿Cuándo se irá esta culpa, este sentimiento de impotencia? Casi puedo oírte llorar, pidiendo auxilio, ayuda que no te pude dar, gritos que no escuché. Me odio por eso.

Me asomo por la ventana e imagino que estás ahí, que juegas y luego me ves y quieres entrar a la casa. Te visualizó adentro de las macetas, donde te encantaba meterte... incluso aquel que fingía no quererte, estar celoso de ti, te extraña irremediablemente: no hace más que esperarte frente al delgado cristal que los separaba.

Ya no exijo una explicación porque soy consciente de que no existe, pero no puedo evitar plantear la pregunta: ¿para qué esforzarse, salvarse de tantos obstáculos, si nuestra vida acabará de una manera tan estúpida?

jueves, 27 de septiembre de 2007

Y me hablas sin palabras

Con una mirada te lo digo, con una sonrisa te lo expreso, con una palabra te lo explico. Hemos alcanzado un momento en el que las frases son insuficientes, el lenguaje verbal ya no nos sirve para comunicarnos: son los detalles, compartir sueños y aspiraciones, imaginar y hasta alucinar lo que nos ayuda a decirnos absolutamente todo.

En medio de la gran oscuridad en la que se había tornado mi vida, llegaste a recordarme que aún puedo brillar sola, que no debo depender del aprecio de otros para subsistir y que soy capaz de lograr mucho más de lo que creo.

Volví a reír después de meses, extraje mis más hermosos sueños del olvido y admiré su belleza en esplendor porque me ayudaste a creer en mí de nuevo. Me había perdido a mí misma y me hallé en donde menos lo esperaba, pero seguía con fe, con la ilusión de que todo aquello que anhelaba aún puede ser alcanzado.

Mis recuerdos me perturban, pero me han enseñado mucho. Hubo dolor, mucha amargura, pero esas navajas se transformaron en bellas plumas de pavorreal que ya no hieren más: curan mis heridas milagrosamente.

Salvaste mi vida, mi ser, y es una deuda invaluable la que tengo contigo. Sólo deseo poder ser esa pequeña luz, esa guía que tal vez, sólo quizás, puedas necesitar.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Sentir sin expresarlo

Tal vez eso sea lo más difícil: estar tan llena de sentimientos y pensamientos y no poder decirlos o demostrarlos. Estos últimos meses los he vivido así: he llorado en exceso sin derramar lágrima alguna, he gritado a altísimos decibeles sin dejar sordo a nadie y he dicho todo lo que siento (bueno o malo) a diferentes personas sin que lo sepan.

Esa sensación del nudo en la garganta es quizás lo que más se le asemeje. Es como tener atravesado algo sin poderlo extraer, profundamente arraigado al alma porque por demasiado tiempo se ha construido una idea, una maravillosa fantasía de algo que nunca se tuvo.

Porque es verdad: nunca lo tuve y me duele pensarlo, me cuesta creerlo y soy casi incapaz de olvidarlo. Mi imaginación juega conmigo y me hiere profundamente. Y no sólo lo hace ella, también la actitud de aquello que fue mi ideal, sus palabras, sus gestos... cada pequeño movimiento o sonido que emite está lleno de una ira que quema, porque ya es sólo falta de cariño, ya no es tampoco indiferencia, es un desprecio que mata cual tortura lenta y sangrienta.

Extraño los buenos tiempos, que realmente no son tan lejanos, pero parecen haber pasado siglos enteros desde la última palabra amable o la más reciente sonrisa sincera. Es un pretérito que no volverá y de nada sirve añorarlo, lo he comprendido ya. Lo que resta ahora es hallar la manera de reunir las piezas del frágil cristal que soy, para poder caminar de nuevo y seguir adelante.

Fatiga absoluta

"En serio puedo, no importa" decía yo cada vez que se necesitaba cargar parte del pesado equipo de filmación que usamos para nuestro cortometraje de tarea. Ahora me arrepiento un poco... no puedo negar que descubrí que tengo más fuerza de la que creía, pero me duele absolutamente todo el cuerpo, desde la punta de los dedos del pie a los extremos de mi cabello chino.

Producir no es nada fácil, de hecho creo que ninguno de los roles al momento de filmar lo es. Todos son muy divertidos y se aprende en cada uno, sin embargo el cuerpo no perdona. Quizás si yo pesara unos diez kilos más lo resistiría, pero no es así y por eso estoy como estoy: pies destrozados, migraña, vista cansada, uñas rotas... pero eso sí: una enorme satisfacción porque pienso que valió la pena, el corto de seguro quedará excelente.

Debo mencionar que la ayuda de todos los que cooperaron hizo la actividad muchísimo más sencilla y amena, desde la gente que nos ayudó a cargar, que nos oyó sufrir por teléfono por la angustia de material inservible, hasta la que estuvo frente a las cámaras cegada por la fuerte iluminación. En verdad: ¡¡¡muchas gracias!!! Les debemos mucho y prometo pagarles.

Aunque no lo parezca, esto no son quejas, se trata de una breve crónica. A decir verdad, agradezco tener este tipo de experiencias y poder aprender de ellas, sé que en un futuro todo esto me será muy útil.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Como periodista en el Fashion Fest

Definitivamente fue un acierto haber escrito esos permisos para tomar fotografías, de otra manera no habría entrado al Fashion Fest con todas las ventajas de la prensa profesional.

Llegué en punto de las 7:30pm a Liverpool. Fui directo a Servicios al Cliente para validar la carta en la que se solicitaba que me permitieran fotografiar el evento firmada por mi profesor. Ahí me pidieron que la mostrara directamente en la entrada al Fashion Fest, en el área de prensa... con suerte podría entrar como periodista.

Todo era rosa, todo era glamour... La gente estaba ataviada con su vestuaro más elegante y con peinados de salón mostrando sus codiciadas invitaciones a las edecanes. Entré y me formé detrás de los periodistas en el registro; mostré mi carta y comenzaron los problemas: que si el papel no estaba membretado por la Universidad Iberoamericana, que si cualquiera puede imprimir una carta así, etc., etc. No podía creer que a pesar de tantos esfuerzos el asunto fuera a terminar así.

Insistí mucho, aclaré que estuve llamando desde hace meses para saber los requisitos para tomar fotos en Fashion Fest, y sobre todo, demostré mi enojo ante la total escasez de información que me proporcionaron sus empleados. Algo avergonzada al respecto, la señorita encargada del registro me dio una etiqueta dorada, nada más que un simple punto de centímetro y medio de diámetro era la diferencia entre ver el evento desde las gradas y presenciarlo desde los mejores lugares: al frente de la pista.

Me sentí un poco intimidada ante los telefotos profesionales con mi pequeña cámara digital en mano, pero me reanimé de inmediato al percatarme de la excalente vista que tendría desde donde estaba sentada. Además fui tratada como reina: bebidas y bocadillos me fueron ofrecidos varias veces y nadie me veía como un ser fuera de lugar, es cierto que no podían creer que hubiera alguien de prensa tan joven, pero eso era lo de menos: ya estaba allí.

Las luces se apagaron y el escenario se iluminó en tonos rosas y morados... las modelos salieron, luciendo tanto vestidos de noche como ropa casual. Yo no dejaba de admirarme y de buscar los mejores ángulos con mi cámara (tuve que esquivar varias cabezas en el intento). Los diseños eran tan variados como las modelos, de diferentes nacionalidades y complexiones. Era inevitable el impulso de papadear ante los cambios de luces, pero era algo que deseaba evitar a toda costa para no perder un segundo de las pasarelas.

Cuarenta minutos transcurrieron así, hasta que llegó la estrella de la noche: la top model internacional Karolina Kurkova. Alta, delgada, rubia, con bellos ojos azules y portando un hermoso vestido color morado, la modelo posaba con una radiante sonrisa. El conductor Javier Poza no podía ocultar su embelezamiento por ella, menos aún cuando la joven checa pronunció unas palabras en un muy forzado español.

Karolina Kurkova habló dos minutos, entre risas y aplausos. Después se marchó con los invitados importantes a una mesa oculta en la parte de atrás del lugar adaptado para el Fashion Fest. Aproveché mi etiqueta de prensa para acercarme lo más posible y tomarle fotografías. Una vez frente a ella vi que se trataba de una muñeca Barbie en toda la extensión de la palabra, que volvía a posar ante las cámaras mientras platicaba.

Luego de varios codazos y pisotones de los fotógrafos profesionales, decidí que tenía suficientes fotos y me encaminé a la salida. Ahí fue cuando vi al hombre más hermoso del mundo... alto, bronceado, con el cabello lacio castaño claro arriba de los hombros, unos increíbles ojos verdeazulados me miraban y una delgada boca me decía: "Señorita, ¿tiene boleto de estacionamiento?" Impactada ante su perfección sólo pude decir: "¿Perdón?" Me repitió la pregunta y respondí con un decepcionado "no". La imagen de este hombre modelo se quedó grabada en mi mirada todo el camino de regreso a mi casa, sin poder pensar en nada más.


¿Cómo conseguir boletos para Fashion Fest y no morir en el intento?

No cabe duda que el jueves pasado fue mi día de suerte. Deesde hacía semanas había intentado conseguir una entrada para el evento de moda más importante del país sin buenos resultados. Llamé varias veces a Liverpool (empresa que lo organiza) y me dejaban esperando en la línea por cuartos de hora enteros (yo yo hablando desde mi celular, qué horror) sin oír otra cosa que anuncios: "¿Te vas a casar? Mesa de regalos Liverpool, ¿futura mamá? Mesa de regalos Liverpool"; eso exaspera bastante, pero no me rendí.

Mi papá, por suerte y casi diría que casualidad, me consiguió una invitación al Fashion Fest la mañana del día del evento (o sea, el jueves 13). Me llamó para avisarme y todo parecía ser perfecto, pero había un problema: había que recoger la invitación en Polanco... ¿qué hacer si yo no tengo coche y sólo podía moverme con transporte UIA que no saldría sino hasta las 11 am? Mi padre cedió a salir de su oficina y llevarme rápidamente, yo no cabía en mí de felicidad.

Un poco de tráfico en Constituyentes, un poco más en Palmas, pero llegamos. Tuvimos que entrar a las oficinas de publicidad de Liverpool Polanco. Yo no lo sabía: pero las entradas de empleados son registradas por medio de los códigos de barras de sus credenciales, así que pedimos a las oficinistas su ayuda. Finalmente dimos con el cubículo de Lucero Ríos, la señorita que nos guardó la entrada al FF. Cuando me la dio, no podía creer lo que tenía en mis manos, me sentía sumamente afortunada.

Una vez en el elevador de regreso, abrí la invitación: ¡decía que el evento era en Guadalajara! ¿cómo iba a ir yo allá? Estaba segura de haber leído en algún periódico que el Fashion Fest tendría lugar en Liverpool Santa Fe. Con la garganta hecha nudo, volví con la señorita Ríos; ella me dijo que les regresaban las invitaciones de allá, que podía usarla para Santa Fe.

Ya más tranquila, regresé a la ibero. Feliz e incrédula a la vez, no podía esperar a que fueran las 8pm, hora en que empezaría el show que tantas veces soñé con ver y que por fin podría presenciar.

sábado, 8 de septiembre de 2007

De pasarela en pasarela

Pase un viernes de lo más increíble: presencié cinco pasarelas en el Palacio de Hierro Polanco y hasta fui confundida con una modelo (jajaja, eso me halagó mucho, no lo voy a negar).

El evento comenzó a las 4 de la tarde en el pasillo del Salón Internacional de la tienda departamental. Había un pequeño escenario redondo rodeado de cortinas negras. La primera pasarela tuvo como tema los años 80: una pareja bailaba al ritmo de "What a feeling!" y "Maniac" y los modelos caminaban usando mayones de colores y accesorios de vistosos colores. Los peinados eran de lo más excéntricos y llamativos, pues el cabello lucía esponjado en dos colas a desnivel; y qué decir del maquillaje... colores brillantes como azul, amarillo o verde enmarcaban los ojos de las modelos.

Mis problemas empezaron con la segunda pasarela. Antes del inicio del evento pregunté si podía tomar fotografías, me aseguraron que mientras no las publicara no habría problema. Pero cuando empezó la siguiente muestra fui reprendida por sacar mi cámara por dos guardias diferentes. Ambos fueron poco amables y no cedieron en su negativa, aún cuando afirmé que era una estudiante y que no publicaría mis fotos.

El asunto me hizo enojar un rato, principalmente porque nunca me dieron un claro motivo por el cual me negaran fotografiar las pasarelas. Sin embargo, eso no impidió que disfrutara de las tres siguientes muestras. Las temáticas fueron muy distintas: los años 40 en Hollywood, el arte de Frida Kahlo y los Blues.

Fue sensacional. Espero presenciar otro evento así muy pronto, además de conseguir una tarjeta de prensa o algo por el estilo para no tener esta clase de conflictos con los organizadores.

martes, 4 de septiembre de 2007

Bogus

El título podrá remitir a cierto amigo "imaginario" francés, pero no: se trata de un pequeño gatito negro que mi familia y yo adoptamos hace ya una semana.

Hemos tratado de encontrarle un hogar, pero es difícil porque a muchas personas no les gustan los felinos, además de que no es tarea sencilla hallar personas realmente responsables que le den a Bogus el cariño y los cuidados que necesita.

Es juguetón y muy cariñoso, ronrronea la mayor parte del tiempo. A diferencia de Elliot, mi gato desde hace ya siete años, Bogus es bastante obediente y no muerde fuerte (Elliot ha dejado unas marcas muy profundas en mi piel). Cada día que pasa se vuelve más complicado, pues me voy encariñando con él más y más y, a decir verdad, ya no quiero que se vaya... lo único que me preocupa es Elliot, lleva ya tantos años de ser el rey que no creo que le guste compartir su trono.

Amo a los dos gatos, son mis hijitos. Los quiero en igual cantidad pero de diferente manera, tan especial y distinta como cada uno de estos maravillosos seres que llegaron a mi vida de manera inesperada y en momentos poco oportunos, pero agradezco infinitamente que hallan sucedido así.